El departamento de Santander es conocido por su petróleo, sus hormigas de protuberantes retaguardias, el mute, el torbellino, el cabrito, el cañón del Chicamocha y para que lo sepan, por el juego del bolo. Pero no el que se disputa en iluminados escenarios con máquinas eléctricas que devuelven las bolas, en el que se debe pagar por el alquiler de unos zapatos de dudosa procedencia, sino uno más criollo acompañado por la infaltable cerveza.
Este deporte también se practica en los departamentos del Atlántico, Bolívar y Norte de Santander. El objetivo del bolo criollo es tumbar tres palos de madera, pero para lograrlo se necesita de mucha puntería y algo de fuerza. Se hace con una bola que pesa entre 500 gramos y 3,5 kilos, la cual debe atravesar casi 25 metros de distancia que son los que separan al jugador de los palos. Una de las ciudades en la que más se practica es Bucaramanga, en donde hay cerca de 65 lugares donde jugar y unos 300 jugadores de alto nivel.
En esta ciudad se realizan periódicamente torneos locales, departamentales y hasta nacionales. El bolo criollo es un deporte digno del buen colombiano pues se disputa al aire libre, con reglas básicas, mucha gente haciendo ruido y una que otra "polita" para "matar"