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Si la justicia hubiera entrado por obras, la tendría que mantener por obras. Esto indica que sólo el que me dio la justicia me la puede quitar, y esto es imposible aun para Dios, porque ¿cómo puede Dios caducar lo que ya ha quedado determinado en forma absoluta en el tribunal supremo celestial? Por lo tanto, no hay pecado que determine tu condenación, no hay quien te pueda condenar, somos libre en Jesús por el Espíritu.